jueves, 31 de octubre de 2013

Cardenal Rosalio José Castillo Lara : UN GRAN VENEZOLANO

Rosalio, como cariñosamente le llamábamos, fue una de las figuras eclesiásticas más importantes de los últimos tiempos. Salesiano, fue el latinoamericano de mayor influencia en la conducción de la Iglesia Católica. Colaborador cercano de Juan Pablo II, Gobernador del Estado del Vaticano y Presidente de la Comisión redactora del Código Canónico; además de encargado de las Finanzas de la Santa Sede, decide cuando se jubila regresar a su tierra natal Güiripa, en el estado Aragua, más allá de San Casimiro, allí donde se encuentra el Santuario de la Virgen de María Auxiliadora, por quien sentía una devoción especial.

Fue un venezolano de arraigo a quien le dolía inmensamente su país, sentía y palpaba la realidad en su corazón, compasivo, modesto y humilde sin egoísmos caminaba otorgándonos su bendición con gran generosidad a todos, así es como Rosalio regresa al país lleno de valentía y se muestra como una figura pública de oposición al régimen del entonces Presidente de la Republica, Hugo Rafael Chávez Frías.

Su Eminencia fue un hombre humilde con gran vocación pastoral, un hombre autentico, dotado de una mente preclara y gran sabiduría entendía la grave situación por la que atravesaba el país “como pocos en nuestra historia”. Advertía los peligros colectivos y en ese orden sin discurso político, se dirigía al pueblo y nos convocaba a todos a luchar rezando con fervor a la Virgen para salvar a Venezuela. Firme en sus convicciones y con una gran capacidad de percepción, lo movía su aporte en el trabajo social y su gran deseo de servir al pueblo venezolano, definitivamente se trataba de un hombre de fe. 

El análisis que realizó sobre la situación del país, demuestra su inteligencia y percepción. Observación ésta que hoy en día se encuentra más vigente que nunca. Hablaba sobre la situación de pobreza crítica, pasando por el problema de la delincuencia, intentaba abrirnos los ojos a los venezolanos, en un gran esfuerzo para que despertásemos y nos diéramos cuenta que estábamos perdiendo inexorablemente nuestra democracia. Preocupado nos advertía que el régimen se perpetuaba, que no había respeto por la institucionalidad, ni por los derechos humanos, se refirió a la libertad de expresión y la autocensura, que sentenciaban los tribunales injustamente en nombre de la Ley. 

Sobre la disidencia perseguida, la corrupción multiplicada frente al silencio de la autoridad. Un régimen encargado de sembrar odio y terror en la población que amenazaba irresponsablemente a hacer de los venezolanos irreconciliables enemigos, dividiendo y enfrentando familias enteras; así se refirió igualmente al CNE fraudulento cuya actuación cercenaba la confianza de los venezolanos, sobre los hospitales desprovistos de insumos, y así con una enorme tristeza en el corazón miraba al cielo y pedía a Nuestro Señor Jesucristo por el pueblo, para que “aprendiéramos la lección, por nuestras infidelidades, por no haber sabido aprovechar los dones de una naturaleza fértil y rica, de una población inteligente, trabajadora y generosa, por no haber ayudado a los más necesitados y por no haber vivido limpiamente la fe cristiana”. Así pedía Rosalio por la paz, la reconciliación y que se nos concediera la alegría de recuperar nuestra libertad. 

Hoy día, frente a la situación de crisis absoluta en las que nos encontramos, lo recordamos y extrañamos profundamente, por eso, doy gracias a Dios en lo personal, por haberme permitido el privilegio de conocer a Su Eminencia, disfrutar de compañía y compartir momentos con él. Su legado fue enorme, ojala que en su ejemplo de vida encontremos la fortaleza que necesitamos para continuar adelante con fe y aunque sabemos que el camino para rescatar nuestra democracia, es largo y tortuoso, entendamos que debemos seguir luchando con mucha esperanza porque Su Eminencia dejo una huella imborrable en los corazones de todos los venezolanos para que animados por su valentía, dejemos de lado el miedo y priorizamos los valores y los principios porque el amor todo lo puede, sencillamente porque esas son las armas que deben conducirnos al destino que nuestro hermoso país merece, un destino de justicia, progreso, paz y libertad para todos por igual! 


María Auxiliadora Dubuc
Concejal de Baruta

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